
Según la experta, las situaciones de estrés y descontento que la gente suele vivir en ámbitos familiares y laborales son fáciles de traducir en agresiones detrás del volante porque el tránsito es un ámbito en el que un sujeto se siente cómodo y deja de ser él para convertirse en un demonio que se escuda en el vehículo y es difícil de individualizar. "El tránsito genera una deshinibición del conductor, que cree que allí lo puede todo y que los accidentes nunca le sucederán a él", resaltó. Esta violencia se traduce en una creciente inseguridad vial, según la especialista. "Tocar la bocina fuertemente, acercarse a otros vehículos y hacer juegos de luces son conductas violentas y formas que tiene la persona de demostrar que está más allá de todo, que tiene poder", ejemplificó.
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